Ayer estuve con mi abuela y como todos los años en esta
época, nos juntamos para pelar las habas y los guisantes y después prepararlos
para una comilona en familia.
Entre guisante y guisante mi querida abuela empezó
con su propio refranero y le pedí que me dijera algunos referidos a la comida y
aquí va su repertorio:
-Contigo pan y cebolla
-Comer sin vino es miseria y desatino
-A falta de pan, buenas son tortas.
-Las penas con pan son menos penas.
-Con una manzana al día, al doctor no irías.
-Ni casa sin vino, ni olla sin tocino.
-De la mar al mero y de la tierra al carnero.
-Callos y caracoles no es comida de señores.
-De los olores, el pan. De los sabores, la sal.
-Desayuna mucho, come más, cena poco y vivirás.
-De grandes cenas están las sepulturas llenas.
-Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un
mendigo.
-La comida reposada y la cena paseada.
-Ajo, sal y pimiento y lo demás es cuento.
Entre haba y haba saqué la conclusión que con comida todo
sabe mejor y sus refranes lo reflejan en todo su esplendor. La comida une a la
familia; en navidad y fin de año nos
damos unas buenas comilonas; en semana santa con las torrijas, el arroz con
leche y la preparación de los pestiños o la leche frita; y también en verano
con la recolecta de frutos en el campo.
Tantas y tantas ocasiones, en las que
la comida y la familia se juntan para pasar buenos ratos, y en las que una
generación aprende de la otra, tanto en temas culinarios como de la vida en
general.
Mi abuela cada día me enseña a ver la vida de otra forma,
aprecio cada instante con ella como si fuera el último. Muchos odian estar con
los ancianos porque les aburren las batallitas, pero esas batallitas son la
vida, las piedras que más adelante tendremos que esquivar nosotros.
¡Los guisantes y las habas dan para rato!
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